La salud sexual y reproductiva de las personas con discapacidad es fundamental, desmitificando concepciones erróneas y promoviendo la educación sexual inclusiva. Desde la relación madre-hijo, la sexualidad se manifiesta desde el nacimiento, pero ¿cómo abordan esta realidad los padres de niños con diversidad funcional? En el siglo XX y XXI, se rompe con los estereotipos del pasado, reconociendo a estas personas como seres sexuados con deseos propios, sueños y fantasías. Sin embargo, persisten retos, especialmente en la resistencia de los padres a aceptar la sexualidad de sus hijos, lo que puede llevar a exclusión y discriminación.

Es esencial cambiar la perspectiva hacia las personas con diversidad funcional, reconociendo sus derechos a la información, educación sexual, expresión sexual y formación de parejas. La asistencia sexual se plantea como un acompañamiento centrado en la dignidad y la toma de decisiones, donde la discapacidad no define la relación, sino que se prioriza la libertad y el respeto a las decisiones personales.

La sexualidad va más allá de la genitalidad, siendo un aspecto que nos iguala a todos como seres humanos. Es esencial superar los mitos y estigmas que rodean la sexualidad en la diversidad funcional, permitiendo que cada individuo escriba su propia «biografía sexual» basada en sus intereses, necesidades y deseos. La inclusión y el respeto a la diversidad son clave para garantizar el pleno ejercicio de los derechos sexuales y reproductivos de todas las personas, independientemente de su capacidad funcional.